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Al Margen: la revista libertaria valenciana cumple 30 años contra todo


Artículo de Álvaro Devís en valenciaplaza.com


Foto Eva Máñez

25/01/2022 - VALÈNCIA. 30 años de trinchera no son pocos, pero tampoco demasiado. Es jueves por la tarde y el ateneo Al Margen abre sus puertas para que unas seis personas se reúnan en una mesa para hablar. Llevan 35 años haciéndolo y es uno de los símbolos más reconocibles de la resistencia anarquista en la ciudad de València, en el corazón del barrio del Carme. Están clasificando revistas, viendo las que les sobran para hacer espacio, regalarslas tal vez. La tarea no es baladí, desde 1991 no han dejado de autoeditar ni un solo trimestre el número de la revista de debate libertario, una de las pocas que siguen en papel, y toda una referencia en el movimiento a nivel estatal.

Al Margen empezó en el quinto aniversario del ateneo, cuando se plantearon cómo hacer crecer el proyecto. Salieron entonces tres ideas: recoger firmas para que le hicieran un monumento a Valentín González (el sindicalista de la CNT asesinado por la policia en una huelga durante la Transición), un certamen de narrativa social y la revista. Ha sobrevivido a lo que otras no lo han conseguido, habitualmente descontinuadas por falta de colaboraciones.

El equipo piensa en un tema central para su dossier —el último, la sexualidad en el siglo XXI— y desarrolla varios artículos de opinión y reflexión sobre el tema, no desde su única voz, sino pidiendo testimonios a personas que están cerca de las luchas que tratan. Reconocen no tener medios para la investigación y la academia, así que los textos son trinchera, siempre muy pegada a la actualidad.

Un simple vistazo a algunos de los temas que tratan dan a entender que el tiempo, desgraciadamente, de la razón. En un ejemplar de 1994 se hablar de corrupción política, de las consecuencias de las drogas, del reto del medio ambiente, o de la ofensiva “contra el indigenismo”. Guerras culturales que siguen presentes y se han intensificado.


Foto Eva Máñez


Las copias de Al Margen se venden en espacios sociales a lo largo de la ciudad y envían otros por suscripción a España y más allá. Hacen unas 300 o 400 copias, la mitad se mandan por correo. Algunas se envían a archivos libertarios y otras instituciones como la Biblioteca Valenciana o la Fundación Anselmo Lorenzo para garantizar su memoria: “no hay peligro de que se pierda el legado de la revista”. Tampoco reconocen haber sufrido episodios de represión durante la historia de la publicación: “no nos han dado la suficiente importancia como para leernos y reprimirnos. Nunca nos hemos cortado, más allá de alguna expresión concreta”. En el chascarrillo desenfadado, como uno sobre Bárbara Rey y el emérito Juan Carlos en uno de los primeros números, también está la clarividencia.


Ahora los miembros de Al Margen tienen unos 60 años. No han dejado, sin embargo, de intentar entender lo que ocurre en el presente. “Hemos querido mantenernos alejados de debates estériles y del pensamiento binario del conmigo o contra mí. Nuestra misión ha sido la de ser abiertos y heterodoxos en nuestras reflexiones”, dice otro de sus promotores. “Cierto fallo del movimiento libertario ha sido el de agarrarse de más a la historia. Hemos intentado ser fieles al presupuesto libertario que dice que hemos de mantenernos abiertos a los cambios en la sociedad. La edad ya nos va marcando, pero buscamos ir de la mano de nuestro tiempo”.


El tiempo pasa pero la fuerza no cesa. No tienen un objetivo mayor que mantener la revista todo lo que el cuerpo aguante, que por ahora lo hace de sobra. El relevo es complicado —admiten— y la situación sanitaria ha desmovilizado a parte del equipo, pero la publicación sigue siendo el bastión del Ateneo, no tienen problemas para publicarlo y mantienen público, interés y ganas.


Foto Eva Máñez


30 años a la contra

¿Qué ha cambiado en el país durante estas tres décadas? “Sacamos un manifiesto desde el principio cada vez que hay elecciones y aún no lo hemos tenido que cambiar. Era época de Felipe González, de la política como si fuera un espectáculo, y eso no parece ser muy diferente ahora. Sí que notamos una menor solidaridad, menos resistencia y una menor fuerza del movimiento obrero. Sigue habiendo iniciativas que funcionan, sobre todo en los barrios, no quiero decir que los jóvenes no estén haciendo nada”, explica Antonio Pérez, uno de los miembros del consejo editorial. “Por otro lado, la represión se ha sofisticado mucho y la capacidad de control sobre nuestras vidas ha afectado mucho en la vida de los movimientos sociales. Pero las ganas de hacer cosas no hay que perderlas”, añade.

¿Se puede ser optimista entonces? “No estamos peor. La gente no está militando en los espacios clásicos, como los sindicatos o las asociaciones de vecinos, pero hay muchos centros sociales y barrios muy movilizados”, opina Pérez. “Se puede ser optimista informado, optimista pero lo justo, tampoco por qué dejar de luchar. En los 90 las cosas también estaban muy lejos de conseguirse, podíamos ser más ingenuos y pensar que estábamos más cerca de conseguir ciertas luchas y estar igual de lejos, de hecho no hemos llegado. Ahora, posiblemente, nos pase lo mismo. No se ve salida, pero la única salida es luchar. Mientras menos lo hagamos, más avanzarán ellos. Esta es nuestra lección durante 30 años”, concluye.


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